“¡Que todo el honor y toda la gloria sean para Dios por siempre y para siempre! Él es el Rey eterno, el invisible que nunca muere; solamente él es Dios. Amén.” -1 Timoteo 1: 17 (NTV)
“porque la vida del cuerpo está en la sangre. Les he dado la sangre sobre el altar con el fin de purificarlos, para hacerlos justos ante el Señor.[e] Es la sangre, dada a cambio de una vida, la que hace posible la purificación.” Levitico 17: 11 (NTV)
La Biblia nos enseña acerca de la naturaleza de las profecías bíblicas. Estas no tienen origen humano, sino que son de inspiración divina. Y esta inspiración divina puede ser testificada por el carácter sobrenatural de ellas.
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. 3. Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” Hebreos 11: 1 & 3 (RV60)
“En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” Efesios 1: 13 (RV60)
Al darnos cuenta de la razonabilidad de la existencia de Moisés como profeta, podemos afirmar el carácter sobrenatural de las revelaciones que Dios le dio, no solo para su pueblo, sino también para el mundo.
“Pues he elegido este templo y lo he apartado para que sea santo, un lugar donde mi nombre será honrado para siempre. Lo vigilaré sin cesar, porque es muy preciado a mi corazón.” 2 Crónicas 7: 16 (NTV)